Mundiales de Berlín. Domingo, 16 de agosto de 2009. Berliner Olympiastadion. En el segundo día de Campeonatos, final de los 100m. El gran favorito, el jamaicano Usain Bolt, había llegado con solvencia a la última y definitiva prueba. Tras lo acontecido en los JJOO de Pekín un año antes, se esperaba aún más. Su gran rival, el estadounidense Tyson Gay, conseguía en las semanas previas, con un sensacional estado de forma, que el caribeño no se relajase, y menos, después de un pequeño accidente automovilístico que Bolt sufrió en abril, que trastocó los planes de su preparación. En la final, la gloria. A pesar de estar muy pendiente de Gay (aunque realizando una majestuosa salida, con una reacción de +0.146, rapidísima para lo que suele ser Bolt), y de no lanzar el pecho en la línea de meta, campeón del mundo, y registro estratosférico: 9.58, once centésimas más rápido que su anterior plusmarca, conseguida en Pekín un año antes (9.69).
Tras la gloria conseguida el domingo anterior, llegaba el jueves, día 20 de agosto. Esta vez, el doble hectómetro, los 200m. Los días previos, tras su brillante récord del mundo en los 100 metros, la pregunta estaba en el aire: ¿sería Bolt capaz de rebajar su propia plusmarca de 19.30? Nadie se preguntaba si iba a ganar, y por tanto, hacer un mágico doblete. Se daba por hecho. El interrogante era en qué tiempo iba a parar el jamaicano el crono. Él mismo se dedicó a sembrar la duda entre periodistas y aficionados: «todo va bien, pero estoy algo cansado». ¿Pura modestia? ¿Estrategia, quizá? ¿Estaba realmente cansado Bolt, y quizá no se veía capaz de atacar su récord? ¿O en ningún momento quiso dar señales definitorias de su magnífico estado de forma? Sea como fuere, aquella tarde asistimos a una de las mayores exhibiciones de la historia del atletismo.
En una carrera en la que hubo un primer nulo por parte del francés David Alerte, Bolt consiguió un espectacular tiempo de reacción en la segunda salida (+0.133), que le permitía enfilar la curva ya muy destacado. Lo demás, pura potencia y auténtico espectáculo. Una verdadera barbaridad. Un registro, sin duda, de otro planeta, volviendo a arañar otras once centésimas (igual que su plusmarca en el 100m) a su récord de 19.30 de Pekín. 19.19. Lejísimos del cuasi intocable 19.32 del gran Michael Johnson, que aguantó estoicamente durante más 12 años, hasta la embestida del rey jamaicano. Soberano. Antológico. Alucinante. Asombroso. Se agotan los calificativos.