Ojos que no ven
He vuelto a tener pesadillas. Mi cabeza lleva instalada en París desde finales del mes de julio, pero el otro día no se me ocurrió otra cosa que echarle un vistazo, como quien no quiere la cosa, al Celta que jugaba uno de esos entrenamientos con público de este periodo contra el Lille por aquello de ir cogiendo el ritmo y no asustarme de golpe dentro de unos días cuando los Juegos sean un recuerdo más. Y claro, aparecieron Unai y Starfelt en escena para poner en evidencia que Claudio puede tener un don como me cuentan muchos de los que trabajan a su lado, pero sigue sin hacer milagros. Y preocupa que a unas semanas de comenzar la Liga el Celta siga arrastrando los mismos problemas de siempre, que en nuestros veranos repitamos el discurso de la fragilidad defensiva, de la falta de un mediocentro con jerarquía para cargar sobre sus hombros con el equipo o del tembleque que produce ver que a Iago Aspas, pese a nuestros deseos más locos, le siguen colocando cada uno de agosto una tarta delante para que sople las velas. Ojalá fuese una folclórica que siempre se quedase en los treinta.
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