El sol no aparecía reluciente dominando los cielos de la urbe. La vieja Londres se mostraba esquiva a los desafíos planteados. Y es que un puñado de elegidos intentaba provocar, el último fin de semana de abril, un nuevo cataclismo de dimensiones ciclópeas en forma de maratón. Un desafío de 42.195 metros. La épica de nuevo en liza. Una nueva entrega de la llamada ‘Carrera del Siglo’.
Sábado 25 de abril de 2015. 10:15h de la mañana. La lucense Alessandra Aguilar aparece en el inmenso hall del Tower Hotel. Siempre con una sonrisa. Es clara. Lo quiere. Quiere aquello que tanto se le ha resistido a lo largo de la docena de maratones en los que ha participado. Lo tiene entre ceja y ceja. Y se encuentra, posiblemente, en el punto óptimo de su trayectoria física y vital para lograrlo. Un reto a batir, en forma de cifra. 2 horas, 26 minutos y 51 segundos. Se fue doce segundos por encima en Rotterdam 2013. Aún más cerca, con la que es su mejor marca personal hasta la fecha, se quedó dos años antes en el mismo escenario. Un fantástico, pero con cierto regusto de amargura, 2h27:00.
A la espera de conocer posibilidades de grupos, la empresa se muestra complicada, pero no imposible. Su confianza y vitalidad dibujan en el rostro de quien escribe estas líneas una expresión de fe.
En el otro extremo de la balanza, Javier Guerra. Un segoviano que se ha ganado por derecho propio el status de líder del maratón nacional, con tres actuaciones de brillantísima factura. Esplendoroso debut en Coruña 2013, con título de Campeón de España y mínima mundialista (2h12:21, que sigue siendo marca personal); monumental 15º lugar en el Mundial de Moscú, primer europeo; y cuarto puesto en el Campeonato de Europa de Zürich, a las puertas de las medallas, de nuevo en 2h12 (2h12:32).
Ante sí, su primer ataque al crono en un maratón comercial, y de nivel mundial. Sin la guerrilla táctica de los grandes campeonatos, donde Javi se desenvuelve con una pasmosa insolencia, el obstáculo aparece, más o menos, en el mismo atolladero que afronta Alessandra en su carrera. La premisa es el ataque a las 2 horas y 10 minutos. Un Javi más delgado y fuerte que nunca lo sabe. Sabe que lo tiene en las piernas. Y es el momento.
En líneas generales, ¿qué se puede decir de un maratón en el que se encuentran presentes siete de los diez más rápidos maratonianos del año 2014? La situación casi acongoja. Nada esquivo a lo común en el London Marathon de los últimos tiempos, por otra parte. La situación femenina, similar. Los ‘pesos pesados’, en liza. Ausencias significativas, pero con planteles tan completos que nada se deja al azar. Sólo a la suerte de deseo de los propios dioses, como comentábamos en las fechas en las que conocimos las identidades de los participantes.
Las configuraciones de carrera, en las horas previas, tras la reunión técnica, arrojaban luces sobre lo que se vería el domingo. ¿Riesgo? Si. Excesivo, quizá. 1h01:45 y 1h09:15 para los primeros grupos. 1h02:30 y 1h11:00 para los segundos. 1h04:45 y 1h14:00 para los terceros. La idea masculina, enfervorecida por el sempiterno asalto al registro planetario, donde Berlín siempre cuenta con la ventaja de que su suerte de configuración evidencia una efectividad que se torna remota en Londres. Demasiado pretendiente para una empresa que, a la hora de la verdad, debe ser cosa de menos ‘gallos’ y mayor utilidad. Siempre muy efectista, superávit de pretenciosidad. Casi siempre muy poco efectivo, situación salvada in extremis, normalmente, por la propia calidad del elenco.
Alessandra, en su búsqueda, decide salir a ritmo aproximado de 1h11:00. La portuguesa Dulce Félix acompaña a la gallega hasta casi el décimo punto kilométrico, ya sin Elizeba Cherono marcando el ritmo. Por delante, el terremoto producido por la locura de la pretensión hace que las ‘liebres’ Peres Jepchirchir y Rebecca Kangogo Chesir rueden siempre varios metros por delante del grupo cabecero. Edna Kiplagat sufre casi de salida. Mary Keitany da la cara. Florence Kiplagat va suelta de primeras. La pareja etíope, Tigist Tufa y Tirfi Tsegaye, con su compatriota Aselefech Mergia cierto escalón por encima por teórica posición de salida, pasa casi desapercibida.
La media se pasa en 1h11:39, en un amplísimo grupo en el que incluso se ha incrustado Rkia El Moukim, en suicida intento en su segundo maratón (acabaría asistida tras su llegada). La pretensión del récord de Paula (2h17:42, sin ‘pacemakers’ masculinas) se desvanece. 1h08:27 aquel día. Inalcanzable. Aguilar, ya en solitario, siendo esta la peor noticia posible, teniendo en cuenta que proyectaba un 2h24 alto al ecuador, marca 1h12:20. Veinticuatro segundos más lento que su mejor marca en la distancia. Osado debate, quizás. Tras los cuatro primeros splits, regulares hasta el paroxismo (17:06-17:07-17:08-17:09), el ritmo no puede sino decaer. El atrevimiento anunciado amenaza con transformarse en insolencia. La imprudencia puede convertirse en sufrimiento extremo. Y así será hasta un final en el que la valentísima fondista cruzará la meta en 2h29:45, su sexto sub-2h30 de los once maratones que ya ha finalizado (habiendo tomado la salida en trece). La cierta amargura que mostraba en meta no debía ser tal, ante un arrojo digno de admiración. Con el tiempo, valorará su tremendo pundonor. Ya debe valorarse.
Parciales de Aguilar ➜ 17:06 / 17:07/ 17:08 / 17:09 / 17:34 / 17:54 / 18:07 / 19:04 / 8:26 ➜ (1h12:20 + 1h17:25)
La cabeza viajó a menudo al compás de Dulce Félix. Aguerrida como nunca, heroica como casi siempre. En pos de una batalla de cuantiosa exigencia. El paso por el km 35, revelador de una figura en la que apenas nadie había reparado. Se trataba de su debut en Londres (y en los WMM), siendo una victoria en Shanghai su máxima credencial. Tigist Tufa, imperial, reventaba una carrera en la que Mary Keitany debía acudir a su extrema aptitud para remontar un ataque etíope al nivel de una guerra civil. Tirfi Tsegaye, a por el doble orgullo abisinio, amarraba una tercera plaza que Mergia no era capaz de arrebatarle. Florence, plusmarquista de la media distancia los dos últimos años en la velocísima Mitja barcelonesa, no ocultaba su frustración ante el quinto puesto. Desde una circunspecta mesura, Tufa se alzaba con un cuantiosísimo botín en un final prodigioso, concluyendo en 2h23:22, su segunda mejor marca personal.
El grupo masculino, tras las estelas de Wilfred Murgor y Edwin Kipyego como ‘liebres’, ardía en calidad y cantidad. Mekonnen, Tsegay y Regassa demandaban protagonismo ante la indecisión (o control) de Kimetto y Kipsang. Mientras, Kipchoge no escondía su altísimo estatus actual. Siempre a los mandos. Siempre con la majestuosidad de un capitán general, al igual que cada día en los recónditos caminos del Valle del Rift, donde dirige desde hace años un nutridísimo grupo de entrenamiento. Observar a semejantes ‘galgos’ en la corta distancia no hace más que arrojar diferentes rasgos de sus discrepantes y enfrentadas personalidades. Wilson Kipsang, con aureola de divinidad y sonrisa perenne de estrella del celuloide, no consigue ocultar que es el mejor de los últimos años. Tampoco lo pretende, y así lo rebela su colosal luminosidad. Su propia figura así lo desprende. Humilde y afable con alevosía, eso es cierto. Geoffrey Mutai, otrora ‘rockero’ impertinente y devastador, parece fuera de toda lucha desde la picardía constante de su semblante. Emmanuel Mutai, inadvertido y apocado ‘Poulidor’ de los últimos tiempos, ya lanzó su órdago definitivo en Berlín ’14. Su tímida sonrisa esconde un talento descomunal. Dennis Kimetto, rey del registro mundial desde aquel mismo día de septiembre, representa la inmutabilidad más absoluta en un rostro humano. Impertérrito desde su llamativo escuadrón superior, cohibido y sutil hasta rozar la desproporción, deja en manos de su temible zancada la vacuidad de su expresión.
Biwott y Kitwara, calidades ‘top’ enrevesadas por un primer frente temible, no cejaban en su empeño de arruinar a más de uno la fiesta. Así, era el más veterano, Geoffrey Mutai, el que abandonaba el banquete (y poco después la carrera) tras el paso por la media en 1h02:19. Más lento de lo pactado, pero aún así, más rápido que el parcial del pasado año, récord de la prueba (1h02:31). No era de extrañar, viendo que se pivotaba de manera constante entre el récord mundial y el de la carrera en aquellos primeros vestigios. No iba a ser hasta el km 30 cuando un sexteto se apoderaba definitivamente de la cabeza del evento. Proyecciones en torno a 2h05 bajo, en un debilitamiento rítmico no preocupante pero sí más que evidente. Kipchoge, Kipsang, Kimetto, Kitwara, Biwott y Regassa. El plusmarquista mundial decaía en su empeño de seguir a los dos más fuertes de la manada, tras caer sucesivamente Kitwara y Biwott.
Lucha final. Encarnizada batalla. Preciosa cabalgada de los dos más fuertes. Llegada al avituallamiento del km 40. Kipchoge vs Kipsang. Un final de una belleza y emoción no apta para cardíacos. El primero, siempre medio cuerpo por delante, todo arrojo y seguridad, sin fisuras. El segundo, a la expectativa ante un descomunal campeón del mundo, gesto en duda en ciertos momentos. El primer ataque de Eliud, resuelto en apenas segundos por Wilson, era engullido por un segundo envite de una virulencia casi definitiva. 14:27 el parcial del 35 al 40. Tremendo.
El camino despejado, a ritmo de poco más de 2:50 por kilómetro. Paseo militar final, a lo largo de la bellísima The Mall, en una demostración de histórica preponderancia de un maratoniano convertido en soberano tan sólo en su quinto desafío. Alegría incontenible, tras triunfos en Hamburgo, Rotterdam, y Chicago, y segundo puesto en Berlín, el día que su rival este día 26 de abril en la ‘City’ volara en la capital germana en 2h03:23. Quinto maratón, y corona de sueños para Eliud Kipchoge. 2h04:42. Inconmensurable.
Wilson Kipsang sigue recogiendo los frutos de una trayectoria sublime con un nuevo sub2h05 (y ya van seis; 2h04:47 en este envite), y Dennis Kimetto, tras una parte final con aires de sufrimiento, continúa empeñado en llenar escalones de podio en cada maratón que disputa (tres victorias, un segundo y un tercero en los cinco que ha finalizado de los seis comenzados; 2h05:50). Pesaron los estratosféricos ritmos iniciales para Stanley Biwott, cuarto en 2h06:41, Tilahun Regassa, quinto en 2h07:16, y Sammy Kitwara, sexto en 2h07:43. La llegada de los tres antecedía un momento que sería histórico para los intereses nacionales en Londres.
Javi Guerra solucionaba el entuerto de una exigencia de ritmos descomunal con una carrera para mantener en la retina por mucho tiempo. Casi constantemente acompañado del ruso Reunkov y del eterno ucraniano Lebid, con el paso marcado por Loitarakwai Lengurisi, Guerra asumía que el día era propicio. Que tocaba, o esconderse, o tirar hasta morir, como él mismo mencionó tras cruzar la meta. Y los valientes demuestran su don en los días marcados. No se arrugan. No se amilanan. Si la intención es achicarse, mejor no presentar credencial. La proyección de la prueba para el español se mantenía constante enfilando la barrera del 2h10, y la parte final, con un parcial monstruoso del km 35 al 40 (15:05), prodigaba una aventura que tardaremos tiempo en olvidar. La tensísima calma de un servidor, aposentado desde el amanecer en la espléndida carpa de prensa de la organización, servía de anécdota acompañante a la gesta del bravío segoviano. En espera de la llegada, sin visión directa de meta, y con la mirada fijada en el monitor de tiempos, me resultaba utópico no evocar ecos del pasado deportivo español con un grito enfervorizado al reflejarse en pantalla la hombrada. 2h09:33. Séptimo lugar. Primer no africano en meta. Sí, London Marathon. Para frotarse los ojos una y otra vez. Lo recuerdo, y continúo emocionado. La misma emoción que destilaba su entrenador, Antonio Serrano, en la zona mixta, puro nervio y corazón.
Parciales de Guerra ➜ 15:12 / 15:11 / 15:25 / 15:35 / 15:29 / 15:38 / 15:17 / 15:05 / 6:41 ➜ (1h04:48 + 1h04:45)
Y así culminaba el relato de un nuevo fin de semana de maratón a orillas del añejo Támesis. La victoria de Tufa, tan inesperada e impredecible como sublime, era el mejor colofón final para una carrera femenina marcada por la inevitable caída en tromba de las máximas favoritas. Sólo Keitany pudo salvar los muebles de una armada keniana que se quedó lejos de la pretensión adquirida a martillazos. En aquel decimoquinto lugar, sensaciones encontradas para Alessandra Aguilar, que, pese a la decepción que deriva de la expectativa creada, va forjando paso a paso una trayectoria maratoniana de un nivel excepcional. Y no queremos ni podemos olvidar la más preciosa exhibición, en forma de despedida del atletismo de élite, de una atleta histórica, emocionada, tras años de dominio, tras gestas de incalculable valor. La extraordinaria Paula Radcliffe despedía su casi inmaculada trayectoria en el que, sin duda, es ‘su’ maratón. Saludando. Riendo. Disfrutando. En olor de multitudes. Como no podía ser de otra manera.
Como rezaba el ‘topic’ de la semana en Londres, «Thank You Paula». Se va la mejor. Hasta siempre, leyenda.
La imagen masculina, encarnada en el maestro Kipchoge. Hoy día, tras el reinado de Kipsang, el rival a batir en cada línea de salida. Desprendiendo un hálito de respeto, y con hechuras de alto mando por méritos propios, Eliud Kipchoge ha arremetido un golpe brutal al estado del maratón actual con esta victoria. Cuando se hablaba, incluso desde la organización como mayor reclamo, del ‘face to face’ más esperado entre los dos últimos plusmarquistas mundiales, Kipchoge hacía lo mismo que en Chicago hace seis meses: confirmar que su calidad en pista no ha hecho más que reconvertirse en aptitud casi sin límites sobre el asfalto. Quizá Berlín pueda ratificar, en forma de récord mundial, una trayectoria maratoniana de proyección histórica. No sería extraño, desde luego. En unos meses, la respuesta.
Tras él, Kipsang y Kimetto continúan en la senda marcada, pero con un nuevo contendiente, quizá el más fuerte ahora mismo, al que conseguir doblegar. No lo tendrán fácil, desde luego, hecho que convierte la situación en un precioso abanico de opciones y luchas constantes de cara al ávido espectador. Desde que Wilson volara por las calles de Berlín en aquel ya lejano septiembre de 2013, y subiera a lo más alto del cajón el pasado año en Londres, Kimetto osaba traspasar la barrera imposible de las dos horas y dos minutos hace ahora siete meses. Aproximadamente un año y medio después, ya es un tercer maratoniano el que sujeta, firme, las riendas de la prueba a nivel mundial.
Y con la majestuosidad de lo logrado por un exultante Javi Guerra, con la precisión de un avezado relojero y la descomunal fuerza de un titán curtido en los durísimos caminos del campo a través patrio y continental, el maratón español se sitúa con su figura en los primeros lugares de la distancia a nivel europeo. El mejor nacional desde el 2h09:28 de Lamdassem hace dos años. De los nacidos en España, nadie cruzaba la barrera desde que lo hiciera José Ríos en Otsu, en marzo de 2008 (2h09:38). Simplemente, fantástico.
Como ya mentara Joe Strummer, al unísino, desde la estridencia y la sutileza máximas, ‘London Calling’. Y si Londres llama, no se puede sino responder. Otro año. Otra ‘Carrera del Siglo’. Otro espectáculo de dimensiones casi inexplicables. Y tuvimos la inmensa suerte de vivirlo in situ. Un evento de una magnitud difícilmente explicable con palabras.
Que sigan sonando los tambores de guerra en el maratón. Queremos seguir disfrutando.