El récord mundial de los 1.500m femeninos ha evolucionado de forma fulgurante desde que en el año 1967 la Amateur Athletics Federation (organismo predecesor de la actual IAAF) reconociera la plusmarca de la británica Anne Rosemary Smith como el primer récord mundial de la prueba. Maria Gommers, Paola Pigni y Jaroslava Jehlicková se encargarían, hasta el final de la década de los sesenta, de rebajar la plusmarca de Smith desde los 4:17.3 hasta los 4:10.7 que acreditara la checoslovaca en 1969.
En 1971, la alemana oriental Karin Burneleit se convertía en la primera mujer capaz de rebajar la barrera de los 4 minutos y 10 segundos (4:09.6), y en poco más de un año, era la soviética Lyudmila Bragina la que iría arañando paulatinamente el crono, hasta detenerlo en unos increíbles 4:01.38 en Múnich, el 9 de septiembre de 1972, durante los Juegos Olímpicos, la primera vez que en ellos se disputaba la mencionada prueba. Un mordisco de más de ocho segundos en apenas catorce meses. Para incidir aún más en la cuestión, la marca era batida durante aquellos Juegos hasta en tres ocasiones por Bragina (en la primera serie, en la segunda semifinal y por último en la final). Impensable. La siguiente barrera, los 4 minutos.
Iba a ser otra soviética, Tatyana Kazankina, la atleta capaz de conseguir lo que apenas una década atrás resultaba casi inconcebible. Desde junio de 1976, cuando conseguía en la ciudad de la región moscovita de Podolsk correr en 3:56.0, pasando por el 3:55.0 de Moscú cuatro años después, hasta su último récord mundial, 3:52.47, el 3 de agosto de 1980 en Zúrich, Kazankina lograba la proeza de, en ocho años, arañar nueve segundos a la plusmarca de Bragina. Kazankina, que lograría el oro en 800m y 1.500m en los Juegos Olímpicos de Montreal ’76, y el mismo metal cuatro años más tarde en el 1.500m de Moscú ’80, acabaría por ser suspendida en 1984, tras negarse a ser sometida a un control antidopaje después de ganar una prueba celebrada en París. La sanción de dieciocho meses la retiraría del atletismo para siempre. Sus marcas continúan vigentes.
Pero no sería hasta bien entrados los años noventa, más de una década después, tras los escándalos de dopaje sistemático y de Estado de la antigua República Democrática Alemana, y los innumerables casos acontecidos tanto en Estados Unidos como en la antigua Unión Soviética, cuando el mundo asistiría impertérrito al dominio del gran gigante asiático en el mediofondo y fondo mundial femenino. China llegaba para quedarse. O quizá no.
Qu Yunxia, bronce en el 1.500m de los Juegos de Barcelona ’92, y campeona mundial de 3.000m en Stuttgart en 1993, iba a establecer el 11 de septiembre de 1993 en Pekín una marca que, a día de hoy, resulta impensable no sólo que pueda ser batida, sino que ninguna atleta pueda siquiera acercarse a ella. 3 minutos, 50 segundos y 46 centésimas. Tal era el nivel de las fondistas chinas, que en aquella carrera, su compatriota Wang Junxia (que conseguía sólo tres días antes, en la misma pista, el récord mundial vigente de 10.000m, y el día 13, el récord absoluto vigente de 3.000m), conseguía también superar la marca de Kazankina, haciéndose con el segundo mejor registro de todos los tiempos.
Tanto en el caso de Qu como en el de Wang, una auténtica barbaridad, teniendo en cuenta sobretodo cuáles han sido las mejores marcas anuales de todos los años posteriores a 1993, y sobretodo en el caso de Qu, valorando sus otras marcas, tanto antes como después de aquella temporada.
La historia cuenta que ambas atletas entrenaban bajo las órdenes de Ma Junren, en lo que dio a llamarse «El Ejército de Ma».
Junren, uno de los entrenadores más controvertidos y misteriosos de la historia del atletismo, desveló que la pócima para que sus atletas consiguieran resultados y marcas extraordinarias era lo que él consideraba la mezcla perfecta: el durísimo entrenamiento y un remedio basado en una combinación de ginseng y hongos fermentados de gusano, con sangre de tortuga. Tras provocar, por su carácter difícil, su ego descomunal y sus métodos infames, que prácticamente todas sus atletas lo abandonaran, consiguió reunir un nuevo equipo de entrenamiento de mujeres para los Juegos de Sídney en el año 2000. Ninguna de ellas pudo participar en la competición al no ser admitidos los controles sanguíneos previos, siendo Junren destituido de su cargo. Un año después de aquello, dos atletas entrenadas por Junren (Song LiQing y Yin Lili) daban positivo por testosterona, circunstancia que, tras dos años de sanción, acabaría a la postre con sus carreras.
Para hacerse una idea de la monstruosa dimensión de la marca de Qu, la actual dominadora mundial de la prueba, la sueca (nacida etíope) Abeba Aregawi, vigente campeona del mundo y de Europa, y que ejerce la tiranía de su calidad en la prueba reina del mediofondo, posee una «discreta» plusmarca personal de 3:56.54. Es decir, la friolera de más de seis segundos por encima del récord mundial que aún ostenta Qu.
La china, cuya carrera atlética terminó de forma casi brusca e imprevista, y que tuvo un conato de regreso en 1997, vive actualmente en la región conocida como Dongbei, y ejerce como profesora de Educación Física desde 1999.
Una trayectoria marcada por un récord, y que, desafortunadamente, como otros récords que perduran hoy día, se ennegrece, más o menos menos tímidamente, por los turbios acontecimientos que rodearon durante aquellos años al atletismo chino, siguiendo la estela dejada por la RDA y la URSS.
Qu Junxia, que confiesa que apenas le da importancia a lo que consiguió, vivirá aunque no lo quiera hasta que este récord se rompa señalada por la sombra de la duda.