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Carreras Inolvidables: Bislett Games, Oslo 1981

El 1.500m de aquellos Bislett Games de Oslo, 26 de junio de 1981, aglutinaba a lo mejor del mediofondo mundial. A la cabeza, el británico Steve Ovett, plusmarquista mundial en aquel momento (3:31.36), su compatriota Steve Cram (que se convertiría, años más tarde, en el primer hombre en bajar de 3:30 en el 1.500m), el alemán Thomas Wessinghage, el español José Luis González, el neozelandés John Walker o el norteamericano Steve Scott. La única ausencia significativa, la del campeón olímpico vigente de la distancia, el también británico Sebastian Coe. No era, sin embargo, óbice para la extrañeza. Si competía Ovett, normalmente no lo hacía Coe, y viceversa. Hasta ese punto llegaba su encarnizada rivalidad. Aunque ellos no quisieran reconocerlo, si podían, se evitaban.

La carrera comenzaba al ritmo marcado por el norteamericano Tom Byers. Los favoritos se vigilaban entre sí, en una carrera claramente táctica. En ningún momento parecieron mostrar el más mínimo interés por el ritmo impuesto por Byers (Ovett llegó a decir después que le pareció que el ritmo era desmedido, y por eso no siguió a Byers). Tras el paso por el primer 400m, Byers marcaba un buen parcial de 57.52, y al 800m, 1:54.83.

Sin embargo, al toque de campana, la diferencia, que seguía siendo sustancial, comenzó a reducirse. Byers, más de 40 metros por delante de sus perseguidores, iniciaba una feroz batalla consigo mismo para mantener el ritmo. Al paso por el último doscientos, enfilando ya la recta de meta, el norteamericano, aparentemente sin fuerzas, tiraba de los que parecían ser sus últimos coletazos. Exprimiendo fuerzas de algún recóndito rincón, Byers era capaz de aguantar la brutal embestida final de Ovett, y llevarse la victoria, una victoria que vio tan cerca, que no dudó en apostar todo a ella y llevársela. González lograba entrar tercero.

La marca, finalmente lo de menos, 3:39.53. La cara de sorpresa e incredulidad de Ovett, inexplicable. Byers había sido el tercer atleta en cuatro años que conseguía ganar al histórico mediofondista de Brighton. Días después, Ovett sentenciaba: «corrimos como una pandilla de aficionados».


La situación no sería tan impactante ni tan, incluso, sonrojante, hablando solamente de la propia victoria de un atleta de inferior nivel a Ovett, González, Cram o Wessinghage, o de la derrota del cuasi imbatible Ovett, si no fuera por una sencilla y escueta razón: Tom Byers era la liebre.

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