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El Rey ha vuelto. Larga vida al Rey

Expectación. Es la palabra que aparecía constantemente en nuestros pensamientos ante uno de los acontecimientos atléticos de la temporada, del año y sin exagerar en absoluto, posiblemente de lo que va de siglo. El etíope Kenenisa Bekele, tres veces Campeón Olímpico, actual poseedor de los récords mundiales en pista de 5.000m y 10.000m, seis veces Campeón Mundial en pista, y once veces Campeón Mundial de campo a través, se estrenaba este pasado domingo en la línea de salida de un maratón. Como comentábamos el viernes, en el artículo previo, la ambición de Bekele resulta, al parecer, perfectamente enfilada hacia una idea que le ronda la cabeza desde hace tiempo: el maratón olímpico de los Juegos de Río de Janeiro, dentro de apenas dos años.

Su debut se ha producido, sin lugar a dudas, en lo que puede considerarse un momento clave e histórico para el devenir de esta especialidad. Con un amplio abanico de atletas de un nivel espectacular, y prácticamente cada mes, en cada maratón de primera fila del calendario, jóvenes fondistas íntegramente consagrados ya a la distancia de Filípides, aparece tras un tiempo fuera de la circulación por problemas físicos toda una leyenda, con un palmarés abrumador en la pista y el cross. De manera casi antinatural según el proceder actual, Bekele abandona sus aspiraciones sobre el tartán para centrarse, camino de los 32 años, en la ruta (pese a que haya manifestado fehacientemente lo contrario, antojándose complicada la afirmación, y pudiendo considerarla más fruto del orgullo herido del campeón, por los problemas físicos que le han impedido rendir este tiempo, que de su capacidad real actual).

El sábado, la consigna de la reunión técnica quedaba bien definida, por petición de Bekele, y caía como una bomba en los mentideros atléticos de medio mundo: el paso pactado para la media maratón, 61:40. Solamente seis segundos más lento que el paso de Wilson Kipsang en su ‘world record’ de Berlín, hace ahora seis meses. Un auténtico órdago. Las tres ‘liebres’ que se encargarían de llevar en volandas a Bekele, pactaban su participación hasta el km 28. ¿Serían capaces el ugandés Abraham Kiplimo, y los kenianos Silas Kipruto y Erick Ndiema de soportar los terribles ritmos que pretendía el etíope?

Con un grupo de discretos acompañantes, sin nadie con marcas por debajo de 2h06, la idea era un paso similar a 14:40-14:45 por cada cinco kilómetros. El disparo inauguraba una jornada que pretendía y prometía ser conservada en los libros de historia como absolutamente antológica. «El día que Bekele debutó en maratón».

Primeros cinco kilómetros, 14:43. Grupo numeroso, más de una docena de atletas custodiando a Bekele. Ritmo constante (importantísimo), claramente por debajo de 3’/km, para llegar al décimo punto kilométrico en 29:35 sin sobresaltos. Las referencias, aún tempranas, parecían delatar que todo iba según lo planeado. La sensación es que Bekele busca en estos primeros asaltos la comodidad y protección del grupo, e incluso se le ve sonreír en algún momento, cómodo, como si quisiera hacer ver, aún más, que la situación está totalmente controlada. Como si fuera rodando. Cadencia baja y zancada amplia, curiosamente, la más amplia de todo el grupo. Tranquilidad absoluta. Casi inexplicable, para tratarse de ritmos tan descomunales.

Llegados al decimoquinto punto kilométrico, 44:12. Impecable. El trabajo de las ‘liebres’ era más que correcto, y la cabeza de carrera llegaba a la media maratón. 62:09 marcaba el cronometraje oficial. Más lento de lo pactado, pero dentro de la horquilla posible para que la marca estuviese por debajo de las 2 horas y 5 minutos. El récord de la prueba, 2h05:12 de Stanley Biwott en 2012, peligraba. La proyección parecía indicar la posibilidad de un sub-2h04:40.

A partir de aquí, el grupo se va mostrando más débil por momentos, desmembrándose peligrosamente. Ndiema y Kiplimo desaparecían de la cabeza, y sólo el altísimo Kipruto soportaba los parciales de vértigo. Su 1’95m sobresalía, majestuoso, contrastando con la discreción de un Bekele que no llega, ni con mucho, a 1’70m. Sin embargo, no tardaría mucho el keniano en abandonar su cometido.

Enfilando este momento, ese momento de un maratón en el que se sobrepasa la línea que separa lo terrenal de lo divino, Bekele parecía demostrar la diferencia entre un atleta que se esconde y un verdadero campeón. Con una valentía sólo destinada a los elegidos, un tremendo latigazo del etíope a falta de casi 15 kilómetros sólo era soportado, aunque titubeante, por su joven compatriota Tamirat Tola. Apenas tres kilómetros después, Tola cedía. No era capaz de seguir la estela de un Bekele que se mostraba en su máximo esplendor. Imperial, esclavo de su característica zancada, una de las más elegantes e impecablemente técnicas que se hayan contemplado jamás. Zancada que bien podría considerarse patrimonio del atletismo mundial.

Determinante el siguiente parcial para el devenir de la prueba, y es que Kenenisa parecía incontenible, desatado: 14:39 del kilómetro 25 al 30, al que llegaba en 1h28:39, 35 segundos más lento que el paso de Biwott en 2012, y apenas 4 segundos por encima del paso de Peter Some en 2013 (el keniano hizo el año pasado 2h05:38). Empezaba, de verdad, el auténtico maratón. Ahora íbamos a ser testigos reales de la verdadera capacidad del de Bekoji. Sin embargo, existía un panorama, más obvio de lo que podía parecer, que deparaba una cierta duda: prácticamente sólo desde el kilómetro 27, en su debut, y sin un grupo con la capacidad para seguirle, ¿sería capaz Bekele de soportar un ritmo tan exigente en solitario, faltando aún más de 10 kilómetros?

En el kilómetro 33, la carrera asomaba a un punto crítico, en el que parecieran temblar los cimientos de este tan esperado estreno. Bekele, en un gesto poco habitual en él, rompiendo la monotonía de su immaculado movimiento, parecía hablar con su mánager, Jos Hermens, que lo escoltaba en una moto de la organización. Mano izquierda del etíope a la parte lateral del muslo del mismo extremo, y gesto controvertido. Pocos pueden decir que la sensación de ese momento en carrera fuera positiva. Saltaban todas las alarmas. Pese a sus esfuerzos por mantener el ritmo, Bekele marcaba parciales kilométricos por encima de los tres minutos. Atravesaba posiblemente su momento más crítico. Llegados al kilómetro 35, 1h43:36. Los problemas físicos parecían superados, quizá en un arranque de orgullo, y la bella zancada del campeón se abría paso para certificar que su intención no había variado ni un ápice: romper el récord de la prueba. Tras dos parciales varios segundos por encima de los tres minutos, se llegaba al kilómetro 40. Pese a apreciarse la evidente fatiga en el rostro del campeón etíope, en una imagen tan poco habitual como bella, su compostura se mantenía dignísima, técnicamente impoluto, con esa alzada de talones tan particular, donde sus pies voltean completamente su posición natural, alcanzando las suelas una posición íntegramente horizontal, perpendicular a su eje corporal, en lo que es sin ninguna duda la máxima expresión de la finura, la exquisitez y la clase, añadidas por ende a la monstruosa fuerza del correr más natural que posiblemente el atletismo haya contemplado. Un verdadero espectáculo en movimiento.

Últimos dos kilómetros y 195 metros, tras el paso de 1h58:31 por el 40. A veintiún segundos del récord de Biwott. La plusmarca de la prueba se escapaba. Y aquí surgía, de nuevo, la capacidad íntegra del que quizá sea el mejor fondista que haya habido sobre la faz de la tierra, con permiso del ‘Emperador’ Gebrselassie. 6:31 desde el kilómetro 40 hasta la meta. Dejándose la piel, torciendo el gesto, en un último derroche de descomunal fuerza vital y desmedido talento. Buscando bajar de la frontera de las 2 horas y 5 minutos.

2 horas, 5 minutos y 4 segundos, tiempo oficial. Récord de la prueba, con un margen de nueve segundos sobre el registro de Biwott. Sólo cinco debutantes en maratón habían conseguido bajar de 2h05, pero todos ellos en recorridos infinitamente más propicios para las marcas (Mosop en Boston, Kimetto en Berlín, y Abshero, Desisa y Koech en Dubai), y en carreras, en cuanto a atletas participantes, de un nivel claramente superior. Sexta mejor marca histórica para un estreno. El debut más rápido de un atleta mayor de 30 años. Parafraseando el histórico lema monárquico, y adaptándolo ligeramente, afirmamos que el rey ha vuelto. Y no podemos decir sino «viva el rey»

Sus declaraciones y su lenguaje corporal en la zona mixta revelaban que concluía contento su periplo parisino. Reconoció la dureza de la prueba, al verse sólo durante tanto tiempo («ha sido muy duro»), y preguntado por sus problemas físicos a partir del kilómetro 30, explicaba que «tenía calambres en los isquiotibiales, llegué a asustarme». No juzgamos la capacidad de estos genios para mantener frescura mental y física, respondiendo las discrecionales preguntas de los periodistas, apenas segundos después de haber corrido a más de 20 km/hora durante más de 120 minutos.

Como conclusión, sólo puede acertarse a decir que Bekele ha regalado al mundo una actuación descomunal. En las horas previas, mucho se había debatido. La posibilidad de récord mundial brillaba más en la esperanza de unos cuantos apasionados que en la credibilidad real del resto. Que no existía ninguna verosimilitud era una evidencia que no vamos a poner de manifiesto más de lo que ya lo hayamos hecho en los últimos días. Ni París presenta una orografía amable para ello, ni el grupo de primeros espadas aseguraba un nivel competitivo mínimo para acecharlo, ni Bekele posiblemente, a sabiendas de todo ello, lo pretendía. Su extrema calidad y su orgullo de campeón lo llevaron a buscar la heroicidad, y la rozó por momentos. Ya lo advertimos en la previa«no se va a conformar con debutar en 2h08. No va a salir a conservar. Busca una gran marca». Haber bajado de 2h05, dadas todas las condiciones expuestas, hubiera supuesto tal barbaridad que el estreno se hubiera convertido en algo antológico, si es que no lo ha sido ya. Para recordar, Haile Gebrselassie debutaba en la distancia en 2002, en Londres, en un recorrido mucho más apropiado, en otra configuración de carrera, con 2h06:35. Más de un minuto y medio por encima de lo que ha conseguido Bekele hoy. Gebrselassie necesitaba concluir cinco maratones, y optar por la retirada en otro, para aclimatarse al maratón, y conseguir en 2007, en su séptima participación en los 42.195m, su primer récord mundial (2h04:26). De ahí, no siendo totalmente homogénea la comparación, la importancia de lo conseguido hoy por Bekele.

Extraordinario. Maravilloso. Esperanzador. Un regalo caído del cielo, en forma de pequeño etíope. Contemplando a la leyenda, no es complicado darse cuenta de la grandeza, tanto de la prueba en sí, como del momento tan sumamente bendecido y especial que atraviesa el maratón, en lo que es posiblemente el punto culminante de toda su historia. Ahora, la labor canaliza en elucubrar sobre su destino más inmediato. Muchos dan por hecho posible maratón otoñal (Berlín quizá, Chicago también en las apuestas). Otros, la búsqueda del prestigio supremo en la distancia, en el Major por excelencia (que no por lo demás): Nueva York. Otros, alertan de la posibilidad de que los petrodólares de Dubai, a principios del año próximo, le hagan decidirse. Y mientras, él ha vuelto a afirmar que su trasvase a la ruta no es definitivo, sino que su objetivo prioritario es reventar su propio récord de 10.000m en pista (de nuevo, orgullo de campeón).

El próximo domingo, Londres, maratón de sabor exquisito, que aglutina a una constelación de estrellas difícil de definir en pocas palabras, con muchos frentes abiertos.

Y en el horizonte, el desafío de un elegido.

Kenenisa Bekele ha vuelto. Y de qué manera.

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