Nota:
En la sección de este blog en la que quien les escribe hace una pequeña semblanza de sí mismo (Acerca de), una frase encabeza un pequeño texto de presentación: «Las cosas podían haber sucedido de cualquier manera y, sin embargo, sucedieron así». La brillante frase que Miguel Delibes plasmara para la posteridad como recordada apertura de su novela ‘El Camino’ sirve tanto para un roto como para un descosido. Para una explicación vital y para una despedida. Resulta aplicable tanto a la circunstancia más significativamente positiva como al golpe de mano que desvíe la atención hacia derroteros no tan favorables.
Separando el grano de la paja, y entrando ya en materia, quiero contarles, amigos y amigas, que estas serán las últimas líneas que se escriban en este blog. Al menos, momentáneamente. Al menos, durante un período de tiempo que, hoy por hoy, soy incapaz de determinar. Por consiguiente, este es mi particular «hasta luego». Todo en la vida tiene su comienzo, con su ilusión, sus expectativas, sus ganas, su trabajo y sus maneras.
E, inevitablemente, tras su cierto o incierto desarrollo, todo comienzo tiene su final. Y este es el final de este blog y de lo que le rodea.
Cuando, a finales de la primavera del año 2013, esta bitácora inauguró sus páginas, se me antojaba realmente imposible llegar hasta donde he conseguido llegar con ellas. Era, a decir verdad, totalmente inimaginable. Lo que nació como pequeño proyecto de unión entre la pasión por el atletismo y la pasión por la escritura acabó por convertirse en un arduo trabajo que me llevó a hipotecar demasiadas horas diarias –y recursos– en un empeño que, si bien me brindó satisfacciones que jamás hubiera alcanzado a imaginar, también me procuró un desgaste que, con el paso del tiempo, no he conseguido resistir. Un precio que tuve a bien pagar, y que liquidé con gusto mientras esa resistencia que brinda la ilusión me lo permitió. Soy de la opinión de que embarcarse en una aventura debe llevar, inevitablemente, a vivirla al cien por cien. O, por qué no, más allá de ese límite, si la circunstancia lo hace posible. Y, ahora mismo, no puedo dedicarle ese cien por cien (o más) que debería o quisiera. Ha llegado el día en el que comprendo que todo lo que hice lo hice encantado, pero que, tras un pequeño impasse entendido como período de reflexión lógico e inevitable en las últimas semanas, afronto el hecho de que ya he reunido el valor para plasmarlo, negro sobre blanco. Es hora de decir «hasta luego».
Una de las razones por las que este trabajo llega a su fin es, para mi entendimiento, meridianamente simple: ya existen medios que realizan este trabajo con mejores resultados y más amplios recursos que este blog. Yo soy incapaz a día de hoy de garantizar lo que considero debería ser un trabajo riguroso, completo, serio, elaborado y constante. Existen medios con mayor alcance y capacidad, con los que nunca pretendí competir, pero que absorben una parte excesiva de los objetivos a los que este blog podría llegar a aspirar. Para continuar con un nivel suficiente, ese trabajo debería ser, como dije, constante (y, por tanto, muy elaborado) y de calidad, aspectos que, hoy por hoy, no soy capaz de garantizar por multitud de razones, algunas explicadas más adelante en este artículo. Albergo la completa seguridad de que todos los medios que cubren con cariño y atención el atletismo de hoy se encargarán de ofrecer al aficionado aquello que demanda, como ya lo han hecho hasta ahora. No tengo ninguna duda, y confío en que así será.
Al margen, no podemos ni debemos obviar que, en este mundo en el que nos movemos –con menor o mayor acierto, todo hay que decirlo–, la información objetiva, rigurosa y precisa ha dado paso a otros pormenores. Las redes sociales, pese a su infinita capacidad para informar y publicitar, han convertido esa información, en muchos casos, en simiente perfecto para la ausencia de rigor, el descrédito, la bajeza, el anti-puritanismo (bien entendido) y la falta de veracidad (o, al menos, de precisión). Todo ello, reflejo indiscutible, por otra parte, de la compleja sociedad en la que vivimos. No es difícil comprobar cada punto mencionado dándose una vuelta rápida, por ejemplo, por un océano de contenidos yermo de algunas aptitudes y saturado de otras como es Twitter. En esa jungla, a veces genial y a veces cicatera, la desinformación y la opinión arbitraria –cuando no irrespetuosa, irreflexiva o imprudente– alcanzan cuotas complicadas de narrar aquí de manera que se entienda fidedigna. Nada que usted, querido/a lector/a, no domine y conozca a estas alturas, por otra parte. Por ello, considero que el camino debe detenerse, al menos momentáneamente, en este punto.
Por fortuna, y como escribí un par de párrafos más arriba, ya existen maravillosos y activos medios, sensacionales páginas web, lustrosos e instruidos blogs y magníficas cuentas personales en redes sociales que dotan al atletismo de una ración más que necesaria de información veraz, noticias y publicidad suficiente como para que todo aficionado/a con un mínimo criterio sea capaz de mantener su interés y su cuota de atletismo siempre que así lo desee. No les engaño si les digo que yo mismo estaré pendiente de muchas de ellas para continuar desarrollando y cultivando con cariño mi pasión por este deporte. No obstante, no olvido la existencia (aunque quisiera), tan dañina en la mayoría de ocasiones, de otros «no tan medios» (y disculpen el tono irónico, a la par que directo) productos de una pseudo-mercadotecnia efectista, que juegan, consciente o inconscientemente, al peligroso juego que ofrece toda esa desinformación. La apropiación y copia desconsiderada y descarada de contenidos, la ausencia de menciones, la comisión permanente de errores e inexactitudes o la inexistencia de precisión son la tónica en el entorno de un deporte que se nutre, en esencia, de la exactitud y el rigor, así como de una sociedad en la que, paradójicamente, cada vez gozamos de mayor posibilidad para contrastar y aumentar con solidez nuestros conocimientos. Lo lógico vendría a ser que se fomentara un estatus de antipatía más que de seducción ante ciertas farsas, pero la evidencia demuestra, triste y precisamente, lo contrario. Es el público quien lo elige, y en esos términos (que darían de sobra para un ensayo propio) hay poco que decir. Ante un panorama que rechazo profundamente, esta es otra de las razones por las que quien les escribe prefiere decir «hasta luego».
Por otra parte, y con el peligro que siempre tengo –soy consciente– de irme por las ramas en interminables reflexiones, me gustaría incidir en una cuestión de base. Cuando un/a atleta que ha abanderado una época, que ha conseguido todos los logros posibles y que se ha convertido en el estandarte de una generación, emprende su lógica marcha, la pena que puede invadirnos a los/as aficionados/as debe terminar por racionalizarse hasta un punto muy concreto de acción: el atletismo siempre continúa… y siempre continuará. ‘The Show Must Go On’, como acertadamente escribió en su día el genio Mercury. Pase lo que pase y caiga quien caiga. ¿Cuántas veces habremos escuchado o leído, tras la finalización de unos Juegos Olímpicos, o unos Campeonatos Mundiales o Europeos, aquello de «¡qué pena, que se ha acabado el atletismo!»? Y, por si fuera poco, con esa ingenuidad revestida de desamparo, como el final de aquellos veranos en plena adolescencia. Pues confieso que, en ocasiones, tengo la sensación de que ni siquiera el propio iniciado comprende que la existencia del atletismo como tal se fundamenta en constantes ciclos, inevitables giros e incesantes novedades, y que el epicentro de todos ellos son los/as atletas. No uno/a en concreto, sino un colectivo. Ellos y ellas. Todos ellos y todas ellas. Y, de recibo, sus entrenadores/as, claro, a quienes jamás hay que olvidar ni dar de lado, aspecto que repito siempre que puedo y la memoria no me traiciona. Siempre habrá atletas y entrenadores/as. Ocurra lo que ocurra. Y todo continuará. Tras una gran competición, cuando parece que el tiempo se detiene y el atletismo se esconde en un cajón hasta la siguiente, ese mismo tiempo nos alecciona, y nos recuerda que, al día siguiente, volverá a salir el sol. Y volveremos a disfrutar de más atletismo, en una rueda que jamás deja de girar. Porque, no lo olvidemos nunca, el valor principal del atletismo es el propio atletismo. Aplico esta reflexión, modestamente –y en un paralelismo muy atrevido– a esta despedida. Y, ¿por qué digo todo esto? Lo primero, porque creía necesario dejar clara mi opinión sobre una pequeña rama de un deporte que es tan inmenso que sólo podrá acabar siendo devorado por sí mismo. Y lo segundo, por una idea sobre la que pivotan muchas otras, que en mi opinión es muy sencilla –siempre que quiera entenderse–, pero que, creo, no se encara con determinación: ojalá llegue el día en el que, ante ese tenaz bombardeo a la línea de flotación de la credibilidad del atletismo que lleva años representando el infame parásito que es el dopaje, existiera esa asociación genérica entre atletas que, per se, representa –o debiera, al menos, representar– el atletismo. Era complicado dejar pasar la ocasión sin mencionar, al menos de manera breve y concisa, este siempre caótico y desagradable enredo. Si no llegamos al punto (que ahora ya dudo que llegue jamás) en el que la unión del colectivo frente al obstáculo sea completa y sin fisuras, el contagio continuará avanzando hacia el centro neurálgico, y la epidemia se propagará sin frenos, infectando sin remedio los valores de un deporte que se ve aprisionado y, en consecuencia, sin ninguna capacidad de reacción ante el contratiempo.
No nos engañemos. Si existen aspectos que no han funcionado o no funcionan en el atletismo, una de las razones esenciales es esa pérdida de credibilidad y esa disgregación. Hay muchas otras, desde luego. Pero tengo el firme convencimiento de que esta es una de las principales. Hay ocasiones en las que se hacen lecturas que parecen de ciencia-ficción. «¿Nadie se ha dado cuenta de esto?». Yo mismo, como aficionado, me he hecho esta pregunta en demasiadas ocasiones. Y no hablo ya sólo de la lacra del dopaje, sino de muchos más problemas (visibilidad, alcance, publicidad, atracción…). Por ello, si no existen, por un lado una educación constante, evolucionada y firme, y por otro una actitud e intención que aúnen al colectivo, el problema no se superará nunca. Es mejor asumirlo que lamentarse. Hubo un tiempo en el que confié en la idea del sí, de que se podría progresar. Hoy, lo dudo como nunca lo había hecho hasta ahora. Adivino que no existe, en muchas incógnitas de esta ecuación, ni la actitud ni el talante adecuados. Esto es mera opinión, e incentivo para el escéptico. Pero, a decir verdad, y muy a mi pesar, es lo que he visto y es lo que veo. Y esta es otra de las razones por las que el desgaste acumulado me ha hecho decir «hasta luego».
Procuraré ser menos pesimista, y continuar con el recorrido por lo que realmente merece y ha merecido la pena de todo este camino. A través de las cientos de páginas escritas, de los miles de datos recopilados y compartidos, de la incontable interacción social, de las felicitaciones y recordatorios de cumpleaños y efemérides, de los homenajes, de la colaboración para que el deporte pudiese ser visto y seguido, y, en general, de todo el trabajo que he podido realizar en estos más de cinco años, la vida ha decidido que me topara con personas de una infinita bondad y amabilidad. Desde estas líneas no puedo sino expresaros a todos/as el mayor de los afectos. Quienes apostásteis por mi trabajo sin pedir nada más a cambio. Quienes me empujásteis hacia el valor de hacer o no hacer, de apostar o no apostar. Quienes fuisteis, en un momento dado, mi faro. Quienes habéis depositado confianza ciega en mi mejor o peor hacer. Quienes habéis creído en mí y fuisteis, además, testigos de ese pequeño crecimiento… gracias. Gracias por todo. Gracias de corazón.
De igual manera, no puedo dejar pasar estas líneas para pediros disculpas. Quizá me faltó rigor en ocasiones. Quizá me faltó capacidad de entendimiento en otras. Os prometo que siempre intenté actuar desde el mayor de los respetos, desde la mayor cordura que pude reflejar, desde la coherencia, la lógica y la sensatez. Y, sobre todo, desde la educación. Nunca pretendí ofender (aunque en algunas ocasiones fuera ofendido o insultado). Y si lo hice, lo siento profundamente. No fue jamás mi intención. Espero que me disculpéis, además, por todos los errores e imprecisiones que cometí durante el camino. Me han servido para mejorar como persona y para continuar avanzando, aprendiendo y madurando en mi trayectoria vital.
Retomo el apartado del agradecimiento más directo. Gracias a atletas y entrenadores/as por hacerme disfrutar tanto y por tenerme en cuenta. Gracias a organizaciones de eventos y carreras por facilitar toda esa información que yo intentaba recopilar. Gracias a compañeros/as de los medios de comunicación y de la prensa, por considerarme uno más sin solicitar crédito, encontrándome en las antípodas de su profesionalismo y profesionalidad. Y gracias a todos/as los/as amantes de este universo llamado atletismo. Por prestar vuestra ayuda desinteresada, por apoyar, por facilitar las cosas, por comprender, por preguntar, por enfrascaros en esta batalla y por preocuparos de mantenerla a flote. Os valoro enormemente. Y os doy las gracias con inmenso cariño.
Gracias a las webs y revistas que, en algún momento, quisieron entrelazar sus caminos con el mío. Gracias a esos/as compañeros/as que depositaron en mí su confianza. Gracias a los organismos que me acogieron como uno más, en especial a la Asociación Española de Estadísticos de Atletismo (de la que continuaré siendo miembro) y a la Real Federación Española de Atletismo (con quien sigo colaborando en la actualidad y seguiré colaborando con presteza si se me requiere). Gracias a quienes, en algún momento, estimaron pertinente ayudar a este blog mediante una donación. Os estoy tan agradecido que me cuesta mucho expresarlo con palabras. Como inciso, matizaré que, por mi trayectoria personal, una gran parte del tiempo que dediqué a este blog lo hice mientras me encontraba sin actividad laboral alguna que ejercer ni, en consecuencia, ingresos económicos que percibir. El blog, además, nunca representó para mí una fuente de remuneración como tal, más allá de lo que supusieran trabajos puntuales con otros medios (pocas veces recompensados), y un puñado de altruistas donaciones en este último año y medio (mil gracias, de nuevo, a quienes lo considerásteis oportuno). Desconozco si es que la realidad se encargó de mostrarme que no era posible mantener un blog de atletismo como si de un trabajo se tratara, o que, simplemente, yo no supe llevarlo a cabo para conseguirlo. Quiero creer que fue más lo segundo. Los recursos empleados e invertidos en el blog durante este período multiplican con mucho los ingresos que en algún momento pudiera obtener. Comparto estas reflexiones sin amargura, pero con el deseo de que quede constancia por escrito de ellas. Por cada lectura de un artículo, por cada visita a este rincón por cualquier razón imaginable (un millón trescientas mil, cuando escribo estas líneas) y por cada persona que haya podido disfrutar de una competición atlética gracias a este blog, mi satisfacción personal ha superado con creces cualquier obligación, cargo, cansancio o desilusión. Eso por descontado.
Quisiera destacar igualmente que, pese a utilizar en ocasiones, por aquello de la teatralidad, el plural mayestático, este blog (y sus redes sociales) ha sido creado, dirigido, editado, actualizado y representado en todo momento por una sola persona, que es quien les escribe y quien firma esta carta de despedida.
Continúo tras los incisos. Por proximidad y cantidad, gracias a los/as expertos/as tuiteros/as con los/as que tanto he interactuado, que han hecho de mi aventura con este blog un viaje inolvidable, lleno de momentos estupendos y de charlas enriquecedoras (a veces en redes sociales, a veces incluso telefónicamente). Gracias por vuestra sabiduría, por vuestro cariño y por vuestra consideración. Os aprecio y admiro profundamente, aunque a muchísimos/as no haya podido conoceros siquiera en persona. Ojalá pueda hacerlo más pronto que tarde.
A pesar de tratarse de una despedida, el blog continuará en la red. Al menos de momento, permanecerá abierto, en especial para evitar la pérdida en Internet de un contenido que, quizá, pudiera ser de utilidad para alguien en cualquier momento que lo necesite. Es la magia de la red de redes. No habrá actividad, eso sí, salvo actualizaciones puntuales de artículos ya publicados que considero merece la pena conservar. Yo continuaré con las mismas labores de recopilación de datos y estadística, aunque de manera anónima y personal, pero no habrá nuevas publicaciones en esta bitácora. Asimismo, las redes sociales (Twitter y Facebook), aunque tampoco tendrán actividad, permanecerán abiertas. Quien desee contactar, por el motivo que sea, puede hacerlo por el medio que considere más conveniente (por ejemplo, las mencionadas redes sociales). Responderé a la mayor brevedad que me sea posible.
Mientras tanto, y pese a que, tras mucho meditarlo, considero que mi trabajo en el blog ha finalizado como tal, nos veremos en el tartán, los crosses o el asfalto. No es un «adiós», porque nunca uno sabe lo que la vida le puede deparar. Prefiero zanjarlo con un «hasta luego», ya que, además, implícitamente, seguiré por aquí. No estaré lejos. «Estaré aquí mismo», como plasmó con magistral emotividad uno de los más bellos finales de la historia del cine. Continuaré detrás del telón, disfrutando del atletismo como siempre lo he hecho, informándome, recopilando, viendo y escuchando, analizando, aprendiendo y disfrutando. Desde luego, el futuro está abierto para todo. Y también lo está para que SoyCobarde.com un día vuelva, quizá como durante estos últimos cinco años, o quizá de otra manera.
Con el mayor de los cariños y de los agradecimientos, y con el mejor de los deseos, sigamos hablando de atletismo. Gracias, infinitas gracias, desde lo más profundo de mi corazón. «Hasta luego».