El kilómetro más rápido de la historia.
Así es como comienza este artículo. Declaración de intenciones. Su protagonista, un atleta que no manejó una carrera particularmente dilatada, del que apenas se pudo disfrutar en absoluta plenitud durante dos, quizá tres temporadas, pero que consiguió varios éxitos que se han convertido en auténticos hitos del atletismo moderno. Uno de ellos, este.
El 5 de septiembre de 1999 se disputaba en la localidad lacial de Rieti uno de los mítines con más solera del panorama atlético. Había sido verano de Mundial, disputado en Sevilla, y el mediofondo estaba dominado por el extraordinario marroquí Hicham El Guerrouj, que había recogido el testigo de otro africano que dominó los 1.500m durante el lustro anterior, el argelino Noureddine Morceli. En los 1.500m de Sevilla, el mundo asistía, atónito, a una de las más bellas pruebas que haya deparado el atletismo quizá en sus últimos treinta años, posiblemente en toda su historia, con un El Guerrouj en el cenit de su carrera, y una competencia encarnizada por derrocar al rey de la media distancia, cometido que sólo resultaba factible de manera efímera y casi anecdótica. En aquellos Mundiales, el oro sería para El Guerrouj, con una magnífica carrera del terceto español, liderado por un inconmensurable Reyes Estévez, bronce, y condimentado con el cuarto y quinto puesto, respectivamente, de Fermín Cacho y Andrés Díaz. La plata iba a ser, superando a Reyes al final de la contrarrecta en una preciosa maniobra, para un keniano de apenas veinte años, decidido a luchar de tú a tú frente a El Guerrouj, plantándole cara en sucesivas ocasiones a lo largo de la temporada (en Roma, el 7 de julio, El Guerrouj batía la plusmarca mundial de la milla, con 3:43.13, con el mencionado keniano segundo, obteniendo la 2ª mejor marca histórica, con 3:43.40, ambas vigentes a día de hoy). Su nombre, Noah Ngeny.
Ese domingo, quinto día de septiembre, Ngeny había convencido a los organizadores de Rieti de que prepararan una carrera de 1.000 metros. Distancia ciertamente exótica (a día de hoy, desde luego, lo parece) para un meeting, y más a esas alturas de temporada, donde los temibles estados de forma del verano se tornan rápidamente en extenuación. La final del 1.500m en Sevilla se había disputado hacía menos de dos semanas, con lo que los atletas se encontraban en el tramo final de su temporada atlética. Sin embargo, Ngeny estaba convencido de que allí iba a ocurrir algo, y así se lo aseguró a la organización.
Comandada por David Kiptoo como ‘liebre’, desde que sonó el disparo fue evidente que aquello no era ninguna broma. Ngeny se situaba rápidamente detrás de su compatriota. El ritmo, inhumano. La primera referencia, en el primer paso por el 400m, 49.66. Una salvajada.
En cabeza, sólo aguantan tras Kiptoo el propio Ngeny, el argelino Djabir Saïd-Guerni, y el también keniano William Yampoy. El sensacional trabajo de Kiptoo concluye al enfilar la última contrarrecta, y Ngeny coge el mando, sabedor de que la plusmarca que Sebastian Coe ostentara desde el 11 de julio de 1981 no se tornaba imposible (curiosamente, el entrenador de Noah Ngeny, Kim McDonald, reconocería después que los sistemas de entrenamiento de su pupilo se basaban casi al dedillo en los que Coe solía utilizar para atacar estas distancias).
1:44.62 al paso por el 800m (ya de por sí, marca de un excepcional nivel), y el braceo presto y raudo y la alta cadencia de paso del quebradizo Ngeny se acentúan. Último cambio. Cabeza alta, como era costumbre, y mirada de ojos prominentes al horizonte, resoplando con agudeza. La fragilidad aparente del mediofondista se torna en poder absoluto y fuerza desmedida para destrozar el récord de Coe con un apabullante último doscientos en 27.34.
2:11.96. El kilómetro más rápido de la historia.