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Recordamos… 27:14.44

Comenzaba el año 1998. Fabián Roncero encaminaba su preparación a una meta concreta. El 19 de abril se disputaba el Maratón de Róterdam. En la urbe holandesa, Roncero estaba seguro de poder conseguir lo que a día de hoy supondría casi una afrenta que ni remotamente osara pasarse por la cabeza de cualquier no africano. El madrileño era plenamente consciente de que el récord del mundo que el etíope Belayneh Dinsamo fijara justo diez años antes (2h06:50, también en la ciudad holandesa, el 17 de abril de 1988) era posible, estaba a su alcance. A intentarlo, de hecho, enfocó toda su preparación.

Con su consabida escasa simpatía hacia el cross, pero conocedor de los excelsos beneficios que el campo a través proporciona al resto de la temporada de un fondista, Roncero obtuvo unos resultados magníficos durante el invierno, siendo segundo en el Campeonato de España por Clubes, y tercero en el Campeonato Individual. Eso le valía automáticamente la clasificación para el Campeonato del Mundo que se disputaría en Marrakech el 22 de marzo. En aquella carrera, una anécdota que debe ser recordada para la posteridad: Fabián, en un estado de forma impresionante, era retado de manera tan sublime como carente de sutileza. El culpable, su compañero de entrenamientos en la Residencia Joaquín Blume, el jienense Manuel Pancorbo, que se encargaría de azuzar al de Canillejas: «Fabi, ¿a que no hay huevos a salir mañana tirando en cabeza?». La alocada apuesta, a tenor del nivel de los participantes en aquel Mundial, se tornaría vencida y con creces, cuando Roncero, tras un primer kilómetro en 2:42, se giraba en dirección a sus rivales africanos, dándose toques en el reloj, como sugiriendo que el ritmo no era lo suficientemente rápido. Nadie daba crédito, incluyendo al propio Pancorbo, hilarante comentarista en la retransmisión televisiva. Tras dos kilómetros destacado en cabeza, los Paul Tergat, Paul Koech, Wilson Boit Kipketer, Ismael Kirui, Mohammed Mourhit o Habte Jifar se encargarían de lanzar la prueba, en la que finalmente Roncero no acusaría tanto la ‘quijotada’ inicial: décimo puesto y segundo no africano, tras Domingos Castro.

Y tras la peculiaridad de lo acaecido en Marruecos, Fabián y su entrenador, Guillermo Ferrero, comenzaron a preparar el siguiente paso. Como preámbulo, y en vista del fenomenal estado de forma del madrileño, acudirían a la Challenge Europea de 10.000m, celebrada en Lisboa el 4 de abril. Tan bien se encontraba Roncero, en vista de los entrenamientos previos, que, si se daban unas condiciones aptas, podía existir incluso la inmensa posibilidad de atacar la plusmarca española de la especialidad. Antonio «el Taca» Prieto, con 27:37.49, era el recórdman desde que volara en Oslo en 1990. Desde luego, no era descabellado. Por saber, marca europea en poder del portugués Fernando Mamede, con 27:13.81.

Muy buen nivel en la competencia, con atletas tan reconocidos como el alemán Dieter Baumann, bien escoltado por sus compatriotas Stephane Franke y Carsten Eich, los portugueses Domingos Castro, António Pinto y Paulo Guerra, el italiano Gennaro di Napoli, y el equipo español, posiblemente la escuadra más fuerte, que se presentaba con Chema Martínez, Enrique Molina, Bruno Toledo, Julio Rey y el propio Roncero.

La carrera será comandada por dos ‘liebres’. La primera, el portugués Luís Jesús. El ritmo de inicio es fulgurante. Primer kilómetro en 2:45, segundo kilómetro en 2:43, y el pelotón estiradísimo desde el disparo. A partir de ese momento comienzan las hostilidades, y se empiezan a formar grupos por la dureza del ritmo. Las dos ‘liebres’ comandan, seguidas por Baumann, Roncero, Castro, Rey y Eich. Cerca, intentando contactar, Pinto y Franke.

Fabián a rueda de Baumann, muy pendiente de él en todo momento. El tercer kilómetro,en 2:42, y el grupo se reduce. Baumann y Roncero se mantienen, pero Castro cae, y Rey y Pinto se unen a la cabeza. Llegado el cuarto kilómetro, finiquitado en 2:43, se retira Luís Jesús. Magnífico trabajo del portugués. Toma el mando la segunda de las ‘liebres’, el keniano Philip Rugut, que ya ha sido advertido un par de veces por Baumann. Julio Rey se descuelga rápidamente, y adopta como mejor opción dejarse atrapar por el sólido grupo que comanda Domingos Castro, con los alemanes Eich y Franke, que acabarán por perder comba ante el férreo ritmo impuesto por el campeón luso.

Se llega al ecuador de la carrera, y el crono se detiene en unos fenomenales 13:38 (ese parcial en 2:45). El ritmo ha decaído ligerísimamente, pero la previsión final proyecta, si se mantienen aproximadamente los ritmos, 27:15. Roncero tiene en su mano el récord de España. La posibilidad inicial se torna en factible. Pero es que el récord de Europa de Fernando Mamede empieza a temblar ante lo que se viene.

Al paso por el kilómetro seis (2:47, el parcial más lento hasta ese momento), Rugut se retira. Y aquí, comienza la parte decisiva de una las más bellas carreras de diez mil metros que jamás haya parido la historia del atletismo europeo.

Dieter Baumann, António Pinto y Fabián Roncero comienzan a relevarse, vuelta tras vuelta, entendiéndose a la perfección, y comprendiendo que sólo en sus manos está depositada la posibilidad de lograr un registro excepcional. Las vueltas se suceden con pasmosa precisión, y los dos siguientes kilómetros (siete y ocho) revelarán parciales en 2:44 y 2:46, respectivamente.

A falta de tres vueltas y media para el final, Pinto cambia de ritmo súbitamente. Baumann, que le sigue, no es capaz de responder al ataque del portugués, y Roncero, tercero en ese momento, y viendo que el teutón no reacciona, necesita activarse, raudo, para no verse eliminado de la carrera. El ataque sostenido de Pinto coincide con la llegada al kilómetro nueve, que se pasa en 2:43.

Último parcial, con Baumann ya totalmente descartado de la lucha por la victoria. La batalla definitiva, entre Pinto y Roncero, con el portugués tirando y el madrileño a su estela. El esfuerzo es descomunal, ante lo que intuyen puede ser un registro de referencia. Un doblado, el portugués José Regalo, aguanta media vuelta con ellos, intentando reforzar a Pinto, y al paso por meta de nuevo, se aparta. En ese momento, al toque de campana, Roncero vuela.

El de Canillejas aumenta una marcha, situándose en cabeza ya antes de la curva. En la contrarrecta, aflora el Fabián Roncero más característico y reconocible: de correr nervioso, moviendo la cabeza de un lado a otro, controlando a Pinto, y asegurándose el mando de las operaciones. Cuando parece que Pinto retoma el fuelle, se produce un nuevo cambio de Roncero, que se antojaría, esta vez, en definitivo. Nueva variación del ritmo, de carácter sostenido, para que se abra un hueco insalvable, y a falta de ciento cincuenta metros, con Roncero manteniendo cerca de veinte de ventaja sobre Pinto. El madrileño no afloja, y en un último esfuerzo, cruza la meta, brazos en alto, con un crono sensacional: 27 minutos, 14 segundos y 44 centésimas. Nuevo récord de España, con un magnífico último kilómetro en 2:36, y una última vuelta al tartán en cincuenta y nueve segundos. Por tan sólo sesenta y tres centésimas, Fabián Roncero no conseguía el récord de Europa.

Tras los tres primeros escalones del podio (Roncero, Pinto y Baumann), llegaban tres españoles que culminaban una enorme actuación (Rey cuarto, Toledo quinto y Molina sexto). Una carrera para enmarcar, no ya sólo por el precioso espectáculo de la pelea propiamente dicha, sino en vista, entre otras muchísimas cosas, de los impresionantes parciales por kilómetro (2:45 – 2:43 – 2:42 – 2:43 – 2:45 – 2:47 – 2:44 – 2:46 – 2:43 – 2:36).

En el momento en el que se escriben estas líneas, aquellos mágicos 27:14.44 siguen siendo la quinta mejor marca europea de la historia de la especialidad. Un verdadero deleite.

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