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Recordamos… Josep Marín: comenzaba la marcha

Josep Marín Sospedra nació en la localidad barcelonesa de El Prat de Llobregat, el 21 de enero de 1950. Marchador impecable a nivel técnico, consiguió durante su carrera un perfeccionamiento colosal de una siempre complicada disciplina, caracterizándose por minimizar ostensiblemente el número de descalificaciones. Junto con su compañero de generación, paisano (nacidos ambos en El Prat) y amigo Jordi Llopart, posteriormente, su enorme rivalidad daría lugar a una terrible lucha entre ambos, llegando a atacarse mutuamente a través de la prensa, e incluso retirándose el habla. Llopart fue el pionero de los magníficos resultados históricos de la marcha en España, consiguiendo dos hitos: por un lado, la primera medalla de un atleta español en un Campeonato de Europa (oro en Praga 1978 en los 50 kms. marcha), y la primera medalla del atletismo en unos Juegos Olímpicos (plata en los 50 kms. marcha de Moscú 1980).

Marín, continuando su estela, poco a poco comenzó a convertirse, por su extrema regularidad y sus magníficos resultados, en uno de los mejores marchadores del panorama mundial.

Sus primeros grandes resultados en competición internacional datan de la cita olímpica de 1980 en Moscú. Aquel enjuto atleta de apenas 1.64m conseguía el quinto puesto en los 20 kms y el sexto en los 50 kms, logrando una gesta casi sin precedentes en la modalidad. Dos años más tarde, en el Campeonato de Europa celebrado en Atenas, conseguía brillantemente el oro en los veinte, y la plata en los cincuenta.

En 1983, se celebraban en la ciudad y capital finlandesa de Helsinki, los primeros Campeonatos del Mundo de Atletismo. Marín buscó de nuevo la gloria en ambas pruebas, consiguiendo un cuarto puesto en la prueba corta, y una sensacional plata en la larga. Tras las hazañas conseguidas por Llopart, el subcampeonato del mundo de Marín suponía un nuevo relanzamiento para el atletismo español, y más para una modalidad aún tan desconocida, que llegaba a provocar la curiosidad e inclusive la burla del no iniciado. Con 1h21:21 en los 20 kms, se quedaba a las puertas de las preseas, manteniéndose en todo momento en lucha con la cabeza de la prueba, y teniendo incluso que detenerse a mitad de carrera, cediendo cerca de un minuto, por problemas gástricos. En los 50 kms, de nuevo un problema estomacal le obligaba a reducir la marcha en el primer parcial de competición. Tras el contratiempo, conseguía rehacerse milagrosamente, pasando octavo al ecuador de la prueba. Poco a poco, de menos a más, Marín iba engullendo marchadores, hasta situarse tercero en la última parte. Dando buena cuenta del mexicano Raúl González, se afianzaba en una segunda posición que ya no abandonaría hasta el final, tras el alemán oriental Ronald Weigel. Marín se convertía en el primer atleta español que obtenía una medalla en un Campeonato del Mundo.

El resto de su carrera continuaría caracterizándose por su impecable regularidad. En 1984, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, Marín sólo participaba en los 20 kms, finalizando sexto, distancia en la que se proclamaría vencedor en 1985 de la Copa del Mundo, en la Isla de Man. En el siguiente Campeonato del Mundo, en 1987, en Roma, conseguía el bronce en los 20 kms. En los Juegos de Seúl ’88, cuarto en 20 kms, y quinto en 50 kms. Y a partir de aquel momento, ya con 38 años, y muchísimos grandes resultados a las espaldas, su rendimiento comenzaba a decaer lentamente (en los 50 kms, ducodécimo en el Mundial de Tokio ’91, y noveno en los Juegos de Barcelona ’92). A destacar, un dato absolutamente demoledor: en todas sus participaciones olímpicas, excepto en la última, Barcelona ’92, ya con cuarenta y dos primaveras, consiguió colocarse, en las pruebas en las que participó, entre los seis primeros clasificados. Y por si fuera poco, conseguía además, en 1983, en Valencia, la plusmarca mundial de 50 kms marcha, con 3h40:46.

Tras su carrera deportiva, Marín se dedicaría a entrenar a marchadores españoles de la talla de Valentí Massana o la barcelonesa, sexta en los recientes Campeonatos del Mundo de Moscú, Beatriz Pascual, atletas a los que ha transmitido a la perfección la regularidad que él aplicó como nadie durante toda su vida atlética.

Una carrera absolutamente brillante la del marchador de El Prat de Llobregat. Observar sus resultados en competiciones internacionales durante aquellos años representa un auténtico espectáculo. Son contadas las ocasiones a lo largo y ancho de la prolija historia del atletismo español (y quizá mundial) en las que se ha disfrutado de un atleta de semejante regularidad, y con tal sublime capacidad de conseguir tantos y tan excelentes resultados en pruebas tan complicadas, por su complejidad física y técnica, como los 20 y 50 kms marcha.

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